jueves, 5 de mayo de 2011

Coldplay, Madrid, Nov 2005





Es que ni aposta. Fue entrar y todo se fue a la mierda. Apagón, plomos fundidos,  Goldfrapp esaparecidos. Una situación como para imaginarse las caras de la concurrencia, que no sabían muy bien si aquello formaba parte del guión o si realmente se trataba de un lamentable episodio de falta de potencia energética. O tal vez de exceso, demasiado para sus bodies. Ciertamente, es una escena bastante triste ver cómo un grupo está sobre el escenario haciendo su actuación y se quedan sin suministro eléctrico. Triste e incluso patético, aunque no sea culpa suya. Orejas gachas y al camerino.

Fuera como fuese, lo cierto es que Goldfrapp desaparecieron tras un par de temas, tal vez tres, y los 'pipas' de Coldplay comenzaron a prepararlo todo mientras el ambiente en la pista se hacía cada vez más insoportable y agobiante. ¿Buena o mala señal? Los conciertos con el público sobre excitado están bien, tienen su aquel, te motivas quieras o no pero, uf, ojo porque puede salirte el tiro por la culata. Ya desde un buen rato antes del inicio del show el Palacio de los Deportes era una olla a presión a muchos grados centígrados (y farenheit, y farenheit también), a pesar de que más allá de sus puertas el frío reinara sobre Madrid.

Lights off, esta vez aposta, gritos desesperados de los más fanáticos, apreturas y mucho movimiento de cuello en busca de un ángulo de visión que permita ver algo. Con algo habría que conformarse en un primer momento, aunque como siempre, con el transcurrir de los minutos uno siempre termina por hacerse un hueco del que disfrutar. Lo primero que Chris Martin nos ofrece de sí mismo es si silueta sombreada ante una gran pantalla que preside el escenario. Se mueve espasmódicamente con los primeros compases de Square One y, sí, efectivamente, tal vez esté mal decirlo, pero se parece demasiado a Bono de U2, al Bono de los buenos años de Zoo TV y Zoo Station.


El bueno de Martin se lo pone demasiado fácil a quienes critican a su banda de querer ser los nuevos U2. Desde imitaciones en las poses (esos brazos arriba, esa pierna arriba, esos saltitos, ese caminar altivo y desafiante, miradas fijas a las cámaras), hasta utilizar los mismos truquitos escénicos (que si me meto entre el público y aparezco en la grada para cantar unas estrofas, que si toco dos canciones acústicas a mitad de la actuación, que si cronómetros contando hacia atrás, que si decenas de detallitos similares). Musicalmente, es evidente que Coldplay busca (tal vez les salga sin querer) la trascendencia que han obtenido los irlandeses a través de canciones como Clocks (su Where the streets have no name particular),Talk, Speed of sound, In my place o Fix You.

No tiene nada de malo tener referentes musicales. De hecho, la gente lo agradece, pero Coldplay, al menos en esta gira, consiguen que el seguidor extremo de
U2 no pueda evitar hacer comparaciones. Y si el seguidor extremo lo hace, la prensa musical extrema lo hará todavía más. Así hasta que Coldplay logren editar el disco definitivo que supere a sus gurús artísticos, o hasta que se vean devorados por sus propias aspiraciones de grandeza.
El público y la banda, mientras tanto, encantados de haberse conocido. Los músicos estaban contentos y así lo hacían notar constantemente. Chris chapurreaba en castellano y se llevaba todo el protagonismo, mientras sus compañeros le daban un gran apoyo musical un poquito más allá de los focos. Con un sonido impecable, desgranaron su ya importante colección de himnos, algunos que ya suenan bien añejos (me acuerdo de Trouble y Yellow ahora), y otros muy de nuestros días. Pocas canciones de relleno hubo.

Retomando los guiños a las costumbres escénicas abiertas por U2, uno de los momentos más llamativos y pretendidamente impactantes tuvo lugar cuando Chris Martin se abrió paso entre el público y llegó hasta la mitad de la gradería izquierda del pabellón. Minutos antes, un equipo de fornidos muchachotes se había encargado de actuar como el Moisés biblico y abrir en canal al público para que el cantante pudiera llegar al punto designado. Al apartarnos de esa manera, haciendo un cordón para favorecer la vía libre, estaba claro que alguien pasaría por allí. Pasó tan rápido que apenas hubo tiempo de ver su rizada cabellera. Segundos después entonaba la parte final de In My Place desde las alturas, como puedes ver en este par de fotos (a Bono puedes verle hacer algo más que similar en los primeros conciertos de la gira Elevation de 2001).
Coldplay tienen hasta la fecha tres discos, cada uno mejor que el anterior. En ellos hay un buen puñado de exitazos, de temazos, que enganchan al público enterado y al menos exigente. Están llenando pabellones con gran facilidad a pesar de tener apenas algo más de un lustro de vida. Son grandes y pueden serlo más, pero también pueden dejar de serlo bruscamente. El concierto de Madrid fue notable, un espectáculo para todos los públicos, con clara vocación de entretenimiento de estadio, y con un nivel musical muy alto. Una pega, eso sí, es que apenas superara los noventa minutos de duración.

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